Resección temprana y frecuente de algunas neoplasias químicas del páncreas puede reducir riesgo de cáncer

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Tomografía computarizada de un páncreas que muestra agrandamiento del conducto pancreático Crédito: Johns Hopkins Medicine

Después de analizar la historia clínica de 901 pacientes adultos resecados por un tipo de lesión quística pancreática premaligna, los investigadores de Johns Hopkins Medicine y del Instituto Karolinska en Suecia han actualizado los parámetros de un “marcador” anatómico que permite predecir la capacidad que tienen estos quistes de derivar en un cáncer de páncreas de comportamiento agresivo.

Los hallazgos apuntan a que, si la denominada neoplasia mucinosa papilar intraductal se extirpa tan pronto como el diámetro del conducto pancreático principal supera los 5 milímetros, se puede prevenir la posibilidad de degeneración maligna.

El páncreas se asemeja a una pistola en su forma y, a lo largo de lo que sería el cañón, tiene un conducto de unos 3 milímetros de diámetro que transporta enzimas digestivas. Este conducto se dilata cuando se inflama o se llena de quistes u otras neoplasias.

La gran mayoría de las lesiones quísticas pancreáticas, entre ellas la neoplasia mucinosa papilar intraductal, son benignas y asintomáticas. De hecho, su presencia se detecta normalmente de forma incidental durante las resonancias magnéticas o los TAC que se practican por motivos clínicos que nada tienen que ver con patologías del páncreas. No obstante, algunas neoplasias quísticas producen inflamación y lesiones importantes en el conducto principal, lo que provoca su dilatación, y son proclives a la malignidad e incluso son cancerosas.

El cáncer de páncreas es la tercera causa de muerte por cáncer y afecta cada año a más de 55 000 estadounidenses. El diagnóstico y el tratamiento de esta patología puede ser difícil y, según el Instituto Estadounidense del Cáncer, la supervivencia de los pacientes a los cinco años tras el diagnóstico es de aproximadamente el nueve por ciento. La prioridad de los especialistas en patologías pancreáticas es identificar marcadores tempranos de la enfermedad, sean estos biológicos o estructurales.

Las directrices del Consorcio Internacional para la Detección del Cáncer de Páncreas establecen que se extirpen los quistes mucinosos cuando el diámetro del conducto sea igual o superior a 10 milímetros; sin embargo, los hallazgos obtenidos mediante el estudio realizado por los investigadores de Johns Hopkins corroboran las directrices europeas publicadas en 2018, en las que se insta a la resección cuando la dilatación es mucho menor.

En su informe en la revista científica Annals of Surgery, los investigadores afirman que resecar los quistes cuando el diámetro del conducto supera los cinco milímetros es el abordaje más eficaz para prevenir el cáncer, siempre que se pueda operar sin peligro para el paciente. Para ello se basan en que muchos quistes analizados presentaban células precancerosas o tejido canceroso.

“Si seguimos administrando el tratamiento habitual y extirpamos cuando el diámetro del conducto ha alcanzado los 10 milímetros, muchos pacientes quedarán rezagados y acabarán teniendo cáncer”, afirma el Dr. Ross Beckman, residente y becario posdoctoral del Departamento de Cirugía de la Universidad Johns Hopkins. “Adecuar las directrices a los hallazgos recientes conllevará más intervenciones quirúrgicas, pero probablemente salvaremos más vidas”.

Los investigadores recabaron información de la historia clínica de 901 pacientes que se habían sometido a alguna operación de páncreas en el Hospital Johns Hopkins y el Hospital Universitario Karolinska, en Suecia. Ya que ambos hospitales son líderes en operaciones pancreáticas en Estados Unidos y Europa, pusieron a disposición del estudio a dos patólogos especializados en afecciones del páncreas, uno en cada hospital. Tras el análisis de los quistes pancreáticos extirpados se observó lo siguiente: el 60 por ciento de los pacientes estudiados no presentó quistes con indicios de neoplasia maligna, el 23 por ciento presentó quistes con lesiones premalignas y el 17 por ciento presentó quistes cancerosos.

Los investigadores también recabaron información sobre el diámetro del conducto principal al revisar los informes de las resonancias magnéticas y las tomografías que se habían realizado en el plazo de los 30 días anteriores a las intervenciones.

De lo anterior se dedujo que, en comparación con los pacientes que tenían menos de 5 milímetros de dilatación, los 286 pacientes con conductos dilatados entre 5 y 9,9 milímetros presentaban una proclividad 1,7 veces mayor a la premalignidad, y una probabilidad 3,4 veces mayor de derivar en cáncer. Del subgrupo comprendido por 150 pacientes con un diámetro igual o superior a 10 milímetros, los investigadores indicaron que presentaban una proclividad 7,5 veces mayor a la premalignidad y una probabilidad 14 veces mayor de derivar en cáncer, comparados con aquellos pacientes que tenían menos de 5 milímetros de dilatación.

Si bien no se presume que la resección de los quistes pancreáticos antes de que el conducto principal alcance una dilatación superior a cinco milímetros sea preventiva, los hallazgos sí permiten actualizar las directrices que instan a operar cuando la dilatación oscila entre cinco y siete milímetros.

“Los expertos predicen que, para el año 2025, el cáncer de páncreas será la segunda causa de muerte por cáncer en Estados Unidos”, afirma Beckman. “Pese a los avances en el abordaje clínico y quirúrgico, las tasas de supervivencia de este cáncer son bajas debido a su enorme agresividad. Quizás sea la detección y el tratamiento precoz de la enfermedad, al extirpar las lesiones precancerosas antes de que degeneren en cáncer, el punto de inflexión para avanzar en el tratamiento de la lesión quística pancreática”.

Concluyen los investigadores que, en el caso del paciente que presenta un conducto pancreático con dilatación inferior a 5 milímetros, el riesgo de que la neoplasia degenere en cáncer es relativamente baja, por lo que el riesgo de una intervención quirúrgica sería superior. En estas situaciones, los médicos recomiendan que se vigile anualmente la lesión mediante el uso de técnicas de imagen, como la resonancia o la tomografía computarizada.