Debates políticos

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José Luis B Garza
José Luis B Garza

• El ejemplo del sistema estadounidense
• En Tamaulipas y México falta afinarlos

Por José Luis B. Garza

Como nunca, los debates que se dan en la Unión Americana han despertado un gran interés en México, particularmente en los estados fronterizos como Tamaulipas y Nuevo León. Lo anterior se debe en buena medida, sin duda, a los ataques que uno de los contendientes por la presidencia estadounidense ha hecho a los migrantes, pero muy particularmente a los mexicanos.
El domingo tuvo lugar el segundo de los encuentros retóricos entre Donald Trump y Hillary Clinton. Como nunca, los medios registran una gran audiencia que abarca no solamente los televisivos, sino las redes sociales que, con toda la influencia que despliegan en la vida actual, son excelentes recursos para diseminar contenidos de enfrentamientos políticos e ideológicos, sobre todo cuando son tan controversiales como los que se están dando en el país de las barras y las estrellas.
Pero si bien este enfrentamiento se da entre Trump y Clinton, no son estos los únicos candidatos participantes en la contienda, aunque sí los que tienen el mayor número de seguidores.
Junto con Trump, del Partido Republicano y Clinton del Demócrata, participan en la carrera presidencial Gary Johnson, del Partido Libertario y Jill Stain, del Partido Verde.
Innecesario resulta decir que los dos últimos mencionados son excluidos de los debates. Si lo viéramos con la lógica de las elecciones mexicanas, eso parecería un acto discriminatorio.
Pero la exclusión, si bien no es aceptada tranquila ni totalmente por toda la opinión pública y algunos sectores políticos estadounidenses, sí tiene un fundamento.
Los debates presidenciales son organizados y regulados por la Comisión de Debates Presidenciales, que no es parte del sistema formal electoral norteamericano, a diferencia de lo que ocurre en México, donde la autoridad electoral organiza, prepara y dispone la moderación de los debates, de acuerdo con la legislación vigente.
En los Estados Unidos solamente pueden participar en este tipo de eventos los candidatos que logren un mínimo del 15 por ciento de aceptación, dato para lo cual, desde luego, existe un procedimiento para que no quede duda de que un candidato diferente al demócrata o al republicano ha logrado la aceptación mínima (Si llega a darse un día) requerida para tener acceso al exclusivísimo sitial de los contendientes presidenciales.
Este criterio, sin embargo, aunque sea calificado de excluyente, quizá debería ser tomado en cuenta para futuras legislaciones electorales en Tamaulipas.
Como se recordará, hace unos meses los tamaulipecos tuvieron la oportunidad de ver los primeros debates en la historia de la entidad de los candidatos a gobernador. Fueron ocho los aspirantes que tuvieron acceso a la anhelada tribuna. Se hizo sin discriminación alguna, pero desafortunadamente varios de ellos, desde su registro, se sabía que no tenían ninguna oportunidad, ya no de ganar, sino de obtener una votación significativa. Algunos de ellos no lograron obtener ni los votos necesarios para conservar el registro de su partido. A eso hay que agregar que algunos no hicieron aportación sustancial al debate o le hicieron el juego al candidato de otro partido.
Parecería que lo que aquí se escribe, o es muy a toro pasado o bien está distante del siguiente proceso electoral, pero no es así.
Para poder modificar el proceso electoral en la entidad tamaulipeca que regula este tipo de ejercicios de confrontación e ideas y otros procedimientos se tendría que ir dándole forma desde ahora.
Hay que recordar que dentro de dos años habrá elecciones para renovar las presidencias municipales y la figura del debate debería estar considerada con el fin de ampliar el conocimiento que se tenga de los candidatos. Por cierto, esa elección coincidirá con la de presidente de la República, senadores y diputados federales.
Hay que recordar, asimismo, que actualmente se pueden registrar candidatos independientes y el número de ellos haría en el futuro sumamente complicado el poder confrontar a un gran número de aspirantes que, desafortunadamente, como lo vimos en las elecciones de este 2016, muchas veces no tienen nada que hacer en una contienda por la gubernatura.
En fin, la idea es ir, un poco, valga la expresión, debatiendo sobre el debate.