En una extensa entrevista, Machado me dijo: “Me preocupa sobre todo una nueva ola de represión” tras la decisión de Estados Unidos sobre la licencia petrolera de Chevron en Venezuela y las fraudulentas elecciones legislativas del 25 de mayo.
Días antes de las elecciones, el régimen de Maduro arrestó a más de 70 activistas y líderes opositores, entre ellos a Juan Pablo Guanipa. Fueron acusados de formar parte de una “red terrorista”, la acusación habitual del régimen contra cualquiera que pida el restablecimiento de la democracia en el país.
Machado me dijo que está en la clandestinidad en algún lugar de Venezuela y que ha estado vivido “en una situación de aislamiento total” en los últimos 10 meses. Como cientos de otros activistas opositores, ha estado viviendo así desde que Maduro se robó las elecciones presidenciales del 28 de julio y desató una brutal ola represiva, me dijo.
“Por razones de seguridad, yo no puedo salir a ninguna parte ni a ver a ninguna persona tampoco”. Añadió: “A nadie, absolutamente nadie”.
La revocación parcial de la licencia del gobierno estadounidense a Chevron es un gran problema para Venezuela, porque el país está en bancarrota y depende de las exportaciones de petróleo para el 90% de sus ingresos. Las exportaciones petroleras de Chevron representan un 30% de las exportaciones totales de petróleo de Venezuela, y un flujo de divisas muy necesario para el gobierno.
El gobierno de Trump ha dicho que revocará la licencia de Chevron para exportar petróleo desde Venezuela, aunque permitirá a la empresa mantener operaciones de mantenimiento en el país. Cuando le pregunté al respecto, Machado me dijo que fue una decisión “perfectamente bienvenida y sana”.
Venezuela necesita convertirse en un centro energético de las Américas, y para lograrlo necesitará muchas inversiones cuando regrese la democracia. Entonces, que mantengan una mínima operación que no le de recursos al régimen puede resultar algo muy necesario cuando llegue la transición democrática, afirmó.
Según me dijo Machado, el régimen de Maduro está cada vez más aislado internacionalmente y enfrenta una crisis económica “insostenible e irreversible”.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU proyecta que la economía venezolana se contraerá un 1,5 % este año. La firma privada de venezolana Ecoanalítica calcula que la economía caerá hasta un 4 %.
“La situación económica es imposible que no se ponga peor cada día”, me dijo Machado. “Desde julio del año pasado, ya estamos viendo índices de inflación de tres dígitos, mucho antes de que se anunciar la situación con las sanciones. El salario mínimo es de un dólar y medio al mes. Las escuelas se están cayendo”.
La dictadura venezolana “es un barco que realmente se hunde”, me dijo. “Quienes han sido los aliados del régimen en el pasado —Rusia, Irán, Siria, China— ninguno de estos países tienen la capacidad o disposición para meterle plata al régimen de Maduro”, agregó.
Asimismo, la farsa de las elecciones legislativas del 25 de mayo resultó en una “derrota monumental” para Maduro, porque solo votó el 12% del electorado, dijo. Machado había llamado a los venezolanos a boicotear las elecciones.
Sin duda, hay razones para dudar de que el régimen de Maduro sea un “barco que se hunde”. Maduro se proclamó ganador del la farsa electoral con 83% de los votos para el Congreso y 23 de las 24 gobernaciones, tres más de las que ya tenía.
El ejército aún lo apoya, y la oposición venezolana está más dividida que hace un año, cuando todas las figuras principales de la oposición apoyaron al candidato presidencial de Machado, Edmundo González Urrutia.
Aun así, Maduro enfrenta la mayor crisis económica desde 2019, en medio de los bajos precios mundiales del petróleo y cada vez menos préstamos de China y Rusia. Como explicaré más en detalle en mi próxima columna, Maduro está lejos consolidarse en el poder. Puede que muy pronto tenga que hacer frente a tiempos aún más difíciles.