Hombres Para Siempre

0
1217

De forma trágica, inesperada, y devastadora de muchas maneras, Gustavo Adolfo Hinojosa Cuéllar, emprende la ruta eterna, hacia el más allá.

 

Lo acompañan en el camino sus compañeros de trabajo, de vida, y de muerte, el Ing. Fernando Paz de León, y Rodrigo Velázquez, a cuyos deudos ofrecemos nuestras condolencias mas sentidas.

 

Nació Gustavo Adolfo Hinojosa Cuéllar en el seno de una familia de honorable estirpe y modesto actuar. Su padre fue el Director de Telégrafos Nacionales en la Heroica Matamoros en tiempos de ilusión y de esperanza, producto de la Revolución Mexicana.

 

Todos en esa época conocían al padre del Ingeniero, Gustavo Adolfo Hinojosa Cuéllar, Don Alfonso Hinojosa Aldape, o Don Poncho como le decían por afecto sus empleados y amistades, era oriundo del Ejido La Burrita, aledaño a Matamoros. Su madre fue María de la Luz Cuéllar Cortinas, oriunda de San Fernando, Tamaulipas, tan recia como hermosa. Una modesta vivienda rentada contigua a la Oficina de Telégrafos era la casa de 5 hermanos varones, Hinojosa Cuéllar: José Alfonso, Andrés Luciano, Eduardo Guadalupe†, Gustavo Adolfo, y Américo Francisco.

 

Vio la luz Gustavo Adolfo Hinojosa Cuéllar en la Clínica Lejarza en la Calle de Isabel la Católica, de la Ciudad de México un 22 de julio de 1954. A los días de nacido se trasladó a lo que fue su ciudad de origen la Heroica Ciudad de Matamoros, Tamaulipas, por tanto contaba con 65 años cuando una muerte anticipada lo reclamó.

 

Cuando nació era rubio, y su mote por años en la infancia fue El Güero, o El Güerito. Era un niño tímido, que se quejaba poco, y lloraba menos. Apoyado por sus hermanos y sus primos, su vida infantil transcurrió tranquila entre el Colegio México, donde hizo la primara, su casa a escasas dos cuadras y media, el tintinear seco de los sonidos telegráficos, y la casa de sus primos ubicada a cuatro cuadras.

 

Sus calificaciones tanto en primaria, como en secundaria, la Academia San José, en Brownsville, Texas, y posteriormente en el nivel superior fueron excelentes. Nunca, sin embargo, asomó en él la arrogancia, la pretensión, o los deseos de lucir sus logros. La humildad, la discreción, la prudencia, la honradez, y la privacidad, fueron los valores sellos de su vida y legado. De adulto, como de niño, hablaba poco; pero decía mucho y todos lo escuchaban.

 

Siguiendo los pasos de su hermano Alfonso, solicitó y fue aceptado a la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. Tomó ahí, la especialidad considerada más difícil y retadora en la cultura académica chapinguera: Irrigación. Esta decisión marcó su vida con especialidades, lazos profesionales, y servicio público. En Chapingo se destacó como uno de los mejores jugadores de futbol americano, como line backer, es decir, un feroz jugador defensivo que le tocaba “tlakear” a los mejores corredores. Muchos lo recuerdan por su inteligencia académica y por sus glorias deportivas. Sus estudios culminaron con una anhelada presea a los alumnos más destacados, el Premio al Saber.

 

Al salir de Chapingo, la vida lo llevó a funciones típicas de los recién egresados de esa demandada especialidad en varios estados de la República, siempre destacándose como un hombre de pocas palabras y muchas acciones, sus palabras eran precisas, valientes y honestas, y sus acciones efectivas.

 

Su corazón fue flechado por la distinguida maestra de Reynosa, Camerina Castillo, con quien procreó dos hijos, Gustavito Hinojosa Castillo, destacado profesional bancario que trabaja en McAllen, Texas, y Camerinita Hinojosa Castillo, igualmente destacada en el ramo de los bienes raíces en la misma región. Ambos son inteligentes y nobles jóvenes que abrevaron de su padre y madre los mejores valores de la gente tamaulipeca bien nacida.

 

Mientras su familia seguía los avatares de las clases medias, el Ingeniero Hinojosa Cuéllar, crecía en su fama, bien ganada, de que quien quisiera saber la verdad sobre los complicados asuntos acuíferos debía consultarlo. Era el terror de los políticos, pero no por faltarles el respeto, sino por decir la verdad sobre la importancia crucial, y las necesidades en la administración justa y responsable del agua en México. Estas cualidades cobraron valor, porque al mismo tiempo en que Gustavo Adolfo templaba su filosofía de honestidad y decencia, nuestra nación caminaba por rutas de corrupción y bandidaje y Gustavo, cabal tamaulipeco, vivió incorruptible siguiendo la vocación y tradición de su familia Hinojosa Cuéllar. En más de una ocasión personajes diversos se referían a él como, “ese ingeniero no tiene forma ni modo, solo hace lo que se debe”.

 

Por lo anterior, sostuvo algunos de los puestos mas destacados en la Comisión Nacional del Agua, incluyendo el que tenía al momento de su muerte, Director General de la Cuenca Golfo Norte. Otros puestos fueron: Subdelegado de Agricultura de la Delegación Estatal de la SARH en Tamaulipas Norte,  en Reynosa; Ingeniero en Jefe de Operación y Conservación del DR 025 Bajo Río Bravo; responsable del Programa de Capacitación en apoyo a la transferencia y modernización de los distritos de riego en el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA), Jiutepec Morelos; Subgerente Regional de Infraestructura Hidroagrícola de la Gerencia Regional Golfo Norte de la CONAGUA; Director de Agua Potable del Organismo de Cuenca Golfo Norte de la CONAGUA; y Gerente de Distritos de Riego de la Subdirección General de Infraestructura Hidroagrícola de la misma entidad.

 

Pero estos puestos dicen poco acerca de este legendario personaje. Fue Gustavo Adolfo, un padre ejemplar, un amoroso compañero de vida de su adorada Camerina, y un hombre de intensas pasiones familiares. Sus amigos y parientes se deleitaron de la más fina y completa hospitalidad cuando probaron los manjares que este personalmente cocinaba al estilo más tradicional tamaulipeco, la carne asada en la parrilla con leña o carbón. El Ingeniero era único y sin rival para dar el punto a esos manjares, pero lo distintivo era el maridaje de vinos que él personalmente seleccionaba para acompañar la tradicional carne asada.

 

Durante una estancia de estudios en la antigua Yugoeslavia, y España, se aficionó al arte y fineza de los buenos vinos que nunca faltaban en su mesa para halagar a sus invitados. Éstos los deleitábamos escuchando sus dotes de hombre culto, conocedor de la historia antigua, tanto mundial como mexicana, con los personajes más destacados de las ideas y las acciones bélicas. Conocía como pocos a Grecia, Roma, la historia de las naciones europeas, las dos Guerras Mundiales, y la música en general, de las cuales las marchas militares eran su pasión. Sabía de operas, operetas, zarzuelas, y los más destacados cantantes tenores, sopranos, y populares mexicanos.

 

Las tertulias en su casa, acompañados de sus deliciosos vinos, eran interminables y el tiempo corría sin sentirlo. Prácticamente no había un tema que Gustavo Adolfo no conociera o tuviera algo que aportar.

 

La cultura campirana, la carne asada, y los vinos, no eran todo en su mesa y en su casa. Su entrañable compañera y esposa Camerina, era una consumada chef gourmet que con frecuencia impresionaba a los huéspedes más demandantes. Su repostería y los platillos finos de corte francés eran y son su especialidad. Gustavo sonreía con gran orgullo la presentación de esos manjares, mientras nos servía algún vino español, que eran sus favoritos.

 

La vida no fue enteramente justa, ni escasa de retos. La “alternancia” de partidos políticos en México repercutió en Gustavo Adolfo negativamente. La meritocracia que había distinguido a la CONAGUA, una de las instituciones más técnicas y destacadas de México, desapareció al llegar nuevos actores políticos urgidos de cambiar técnica por política, y puestos de gente capaz por allegados incondicionales del partido en turno.

 

Perdió una carrera donde se le respetaba y reconocía cuando injustamente dejaron de utilizar sus servicios y beneficiarse de sus años de experiencia, y sus cualidades profesionales. Tanto él como su familia sufrieron sin trabajo, y tuvo que dedicarse a las consultorías.   Consecuentemente se deprimió de ver cuesta abajo muchos de los logros de CONAGUA sucumbiendo ante la politiquería y la gestión de gente sin preparación. Afortunadamente, su nivel y capacidad fue re-reconocida en los tumbos de los cambios de la política, y la muerte lo encontró cuando reparaba muchos de los daños institucionales que la política, la politiquería, y el oportunismo de ignorantes causa a México.

 

Hay hombres que fueron, hay otros que son, y algunos que serán, pero hay hombres para siempre, como el Ingeniero Agrónomo en Irrigación, Gustavo Adolfo Hinojosa Cuéllar, inspirador profesional, intachable padre, amante y dedicado esposo, mejor amigo, tamaulipeco cabal, que amó el campo, los árboles, la música, y a México por sobre todo y todos. Un hombre Para Siempre, descanse en paz.

(La familia Hinojosa, Cuéllar, Castillo, agradecen a amigos y familiares sus muestras de solidaridad, en estos momentos difíciles).