Las niñas migrantes viven una ruta todavía más peligrosa rumbo al sueño americano

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Migrantes centroamericanos en compañía de sus hijos solicitan a las autoridades visas humanitarias para su estancia legal en el país, el 17 de marzo de 2022, en la ciudad de Tapachula, estado de Chiapas (México). EFE/Juan Manuel Blanco

Tapachula (México), (EFE).- Las niñas migrantes, especialmente aquellas que viajan sin acompañamiento, enfrentan graves peligros en su ruta hacia Estados Unidos como las violaciones, los abusos y la trata, una tragedia que las organizaciones no gubernamentales buscan atender para dar una vida sin violencia a las menores de edad.
“Mi país está lleno de pandillas y son peligrosas, porque andan matando. E incluso un muchacho nos quería golpear”, cuenta a Efe María, una niña salvadoreña de 11 años que utiliza este nombre ficticio por seguridad y es atendida por la ONG Plan International.
Acompañada de su madre, la menor emprendió hace semanas un viaje desde El Salvador hasta llegar a la mexicana Tapachula, un punto intermedio antes de arribar a la frontera norte y, si se cumplen su sueños, cruzar a Estados Unidos.
La región vive una ola migratoria de grandes dimensiones desde 2018, cuando salieron decenas de miles de personas en caravana desde Centroamérica hacia Estados Unidos, en un flujo hacia el norte que, pese a los intentos por controlar la problemática, no ha cesado.
México deportó a más de 114.000 extranjeros en 2021, de acuerdo con datos de la Secretaría de Gobernación del país.
Además, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) recibió un récord de 131.448 solicitudes de refugio en 2021. De estos peticionarios, más de 51.000 son haitianos.

UNA DURA TRAVESÍA
Para María, el viaje fue todavía más complicado porque lo hizo solamente con su progenitora.
Con parcas palabras, fruto de la edad y también de la difícil experiencia, la niña explicó entre lágrimas que durante la ruta corrieron peligros y ella, por ejemplo, tuvo mucho miedo cuando caminando por las vías del tren durante varias jornadas escuchó ruidos que no sabía interpretar.
La madre de la niña, Ana (nombre ficticio), explicó que huyeron de su país por las pandillas, que les arrebataron incluso el poco patrimonio que tenían.
Sin decirle a nadie, salieron de su país caminando y de manera clandestina.
“Nos llevó alrededor de unos 15 días nuestra travesía, pero lo esencial era cuidar a mi hija y llevarla a un lugar seguro”, explicó la mujer.
Todavía asustada por la delincuencia en su país, relató que incluso llegando a México temieron por las pandillas.
Tras cruzar la frontera con Guatemala, llegaron a una pequeña comunidad mexicana y ahí, como un reflejo de estos peligros, se apartaron de la ruta principal porque vieron a gente consumir “drogas”.
Nos recomendaron “ir al monte y gracias a Dios nos encontramos una persona que nos ofreció un lugar donde pasar la noche, y al día siguiente nos fuimos a un albergue”, relató la mujer.
Como la mayoría de padres y madres que emprenden la ruta acompañados de sus menores, el fin último es lograr una mejor vida: “Mi sueño es ver a mi hija triunfar, porque estamos en un país (México) que da oportunidades si uno las busca. Porque en nuestro país no se tiene eso por todas las pandillas”.

EL INDISPENSABLE APOYO DE LAS ONG
Madre y niña residen hoy en Tapachula, en el suroriental estado de Chiapas, mientras buscan regularizar su situación en México y así poder proseguir su camino.
En esta ciudad, miles de migrantes han denunciado con anterioridad vivir en condiciones precarias tras semanas e inclusos meses en espera de una respuesta por parte de las autoridades migratorias.
En este contexto, es indispensable la ayuda de las ONG —locales e internacionales— e incluso el apoyo de iglesias y de la ciudadanía.
Ana explicó que cuando más lo necesitaban, la ONG Plan International les otorgó un kit y una tarjeta para comprar una despensa que les permite cubrir sus necesidades básicas.
Karla González, coordinadora de proyectos para Plan International en Tapachula, México, explicó a Efe que las niñas y niños —acompañados o no de sus familias— llegan a este país desde diferentes naciones de la región por distintos motivos, desde la violencia a la pobreza más extrema, como es el caso del convulso Haití.
“Es una migración forzada y orillada por las necesidades existentes en sus naciones. Por una violencia estructural y por el crimen organizado que se encuentran ellas y ellos, menores de edad que vienen solos o con sus familias”, explicó la activista.
Plan International trabaja con un socio local que brinda atención a casos individuales para garantizar el bienestar de la niñez y su entorno, atendiendo a unos 1.000 menores de edad desde 2021 hasta la fecha.

PELIGROS EN LA RUTA Y PROBLEMAS DE SALUD
Según explico González, muchos menores llegan a Tapachula con la salud mermada tras semanas de travesía, con dolencias que van desde la deshidratación a enfermedades mucho más graves.
Y en este municipio, saturado desde hace meses, enfrentan falta de médicos, medicinas e insumos hospitalarios.
“La niñez está llegando con encefalitis o incluso con algún tipo de discapacidad que requiere una atención mucho más adecuada, más integral. Debido a que no existe un acompañamiento, los riesgos aumentan para niñas, niños, adolescentes y mujeres, ya que es un grupo que tiene mayor vulnerabilidad”, apuntó Karla González.
Plan International, junto con ChildFund International, EDUCO y otros socios locales trabaja actualmente con un programa llamado Camino Protegido, que se desarrolla en Guatemala, Salvador, Honduras y México.
Con este plan se busca, de manera integral, atender a los migrantes menores de edad, solos o acompañados de sus familias a través de cuatro líneas de acción: asistencia humanitaria, capacitación de actores a nivel comunitario, asistencia en salud sexual y reproductiva e información general sobre trámites migratorios, entre otros.

MENORES NO ACOMPAÑADOS
La difícil travesía se complica, especialmente, para los menores no acompañados.
Según datos del Instituto Nacional de Migración (INM) recogidos por Plan International, entre enero y septiembre de 2021, el flujo de niñas, niños y adolescentes extranjeros que viajaban solos en México fue de 9.585.
Provenían especialmente de Guatemala (4.815), Honduras (3.480), El Salvador (1.033) y, en una proporción más reducida, de naciones como Haití, Perú y Ecuador (257).
“Con el tema de las niñas y adolescentes se han incrementado (los peligros) en el tránsito. Han narrado abusos, tanto sexuales como psicológicos, también maltratos. (…) Al ser migrantes irregulares pasan por cruces de extravío, por caminos peligrosos” y se incrementan más las posibilidades de ser víctimas de algún tipo de delito, dijo González.
En el municipio de Puebla, la ONG Plan International, junto con otro socio local, Juconi, busca atender a los menores de edad no acompañados mediante “cuidados alternativos”.
“Tienen un modelo para brindar acompañamiento a la niñez no acompañada insertándolos en una dinámica familiar”, remarcó Karla González.
Juan Manuel Blanco

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