Latinoamérica, sacudida por la corrupción

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Andres Oppenheimer
Andres Oppenheimer

por Andrés Oppenheimer

El escándalo de corrupción que rodea al presidente brasileño Michel Temer no será el único que va a sacudir a Latinoamérica en las próximas semanas: a partir del 3 de junio, Brasil dará a conocer los nombres de funcionarios de 11 países que recibieron casi $800 millones en sobornos de la empresa Odebrecht en uno de los mayores escándalos de corrupción que se recuerden en la región.

Curiosamente, todo esto podría ser una buena noticia. Si estos escándalos movilizan a la gente a tomar medidas contra la corrupción, podrían convertirse en un punto de inflexión en la historia de la región.

Es cierto que, a corto plazo, los escándalos de la corrupción causan estragos económicos. El mercado bursátil de Brasil cayó más del 10 por ciento el 18 de mayo, tras las noticias sobre una grabación que parece involucrar a Temer en un intento de sobornar a un legislador. Y la agencia crediticia Moody’s dijo hace pocos días que el escándalo de Odebrecht frenará el crecimiento de varios países, debido a que grandes proyectos de infraestructura en varios países han sido suspendidos, y muchos posibles inversionistas podrían asustarse ante las próximas revelaciones.

“Puede ser el equivalente a un terremoto de 9 grados”, me dijo José Ugaz, el presidente de Transparencia Internacional, el grupo no gubernamental que lucha contra la corrupción. “Habrá una avalancha de datos sobre todos estos países”.

Los nombres de los funcionarios de los 11 países que recibieron sobornos fueron proporcionados por el ahora preso ex presidente de Odebrecht, Marcelo Odebrecht, a cambio de una reducción de su sentencia. El empresario declaró que entre 2005 y 2014 su compañía pagó $349 millones en sobornos en Brasil, $98 millones en Venezuela, $92 millones en República Dominicana, $35 millones en Argentina, $34 millones en Ecuador , $29 millones en Perú, $11 millones en Colombia y $10.5 millones en México.

Una vez que las autoridades brasileñas divulguen los nombres de quiénes recibieron estos pagos, es probable que varios países anuncien la creación de agencias gubernamentales contra la corrupción o planes nacionales contra este flagelo. Pero todo eso no servirá de mucho.

La forma más eficaz de luchar contra la corrupción será creando organizaciones no gubernamentales para controlar la corrupción que sean poderosas. La lucha contra la corrupción es algo demasiado importante como para ser dejada en manos de los gobiernos.

“Hace falta un agente externo para limpiar el sistema, porque el sistema no se va a autocorregir por sí mismo”, me dijo Claudio X. González, un empresario mexicano que dirige el grupo no gubernamental Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad.

Los grupos no gubernamentales deben denunciar casos concretos de impunidad y exigir plena transparencia en los contratos gubernamentales y donaciones políticas, dijo González.

Hay que abordar la impunidad, porque es la madre de la corrupción, dijo. En países como México, el 97 por ciento de los crímenes quedan impunes, según una encuesta realizada por la oficina oficial de estadísticas, INEGI.

Los grupos no gubernamentales de lucha contra la corrupción pueden hacer varias cosas concretas:

Primero, deben hacer su propia investigación periodística sobre casos de corrupción, porque muchas empresas periodísticas dependen de la publicidad oficial, y no van a denunciar la corrupción del gobierno, dijo González. En segundo lugar, deben presentar demandas penales contra sospechosos de corrupción, agregó.

“Esta combinación de investigación periodística y litigios es una nueva fórmula para las organizaciones de la sociedad civil”, dijo González. “Si la sociedad civil no se involucra, nunca nos libraremos de la corrupción en nuestros países”.

Mi opinión: Hay algunas cosas que los gobiernos pueden hacer para combatir la corrupción. Por ejemplo, pueden crear procuradurías generales totalmente independientes, o negociar pactos nacionales de todos los partidos para adoptar políticas anticorrupción a largo plazo.

Pero al final del día, González tiene razón: la única manera de mantener la presión constante sobre los gobiernos y las empresas privadas para que se manejen con honestidad será si son vigiladas por grupos no gubernamentales que sean fuertes. Los grandes titulares sobre los sobornos de Odebrecht que veremos en las próximas semanas deberían servir para crear poderosas organizaciones de la sociedad civil contra la corrupción.