¿Otro experimento en la SRE de México?

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José Luis B Garza
José Luis B Garza

¿Se imaginan a alguien que asuma la dirección de una empresa, o bien la jefatura de un grupo operativo, o la dirección de un gremio que diga al tomar posesión de su cargo que desconoce su funcionamiento?
Pues eso ocurrió precisamente con Luis Videgaray al asumir las funciones de secretario de Relaciones Exteriores. “Vengo a aprender”, agregó, y por si quedara duda expresó que no sabe de diplomacia.
Eso podría calificarse como un acto de sinceridad, pero no excluye la tremenda irresponsabilidad en que incurre, tanto como quien lo designó para el puesto.
Se imagina usted estimado lector que se vea en la necesidad de acudir al consultorio médico para mitigar o eliminar un padecimiento y que la persona que lo atiende le diga “fíjese que no soy médico, vengo a aprender”, o mejor aún, que se haga cargo de la dirección de un hospital alguien que no sabe de medicina, peor si en el hospital tiene usted un familiar internado y programado para ser intervenido quirúrgicamente; o del diseño y construcción de un edificio alguien que no cuenta con conocimientos de ingeniería en la materia, por poner simples ejemplos.
Bueno, pues Videgaray ya es secretario de Relaciones Exteriores.
En justicia debemos mencionar que ni su antecesora, Claudia Ruiz Massieu, ni el primer canciller en el gobierno de Enrique Peña Nieto, José Antonio Meade, tenían ninguna experiencia en diplomacia.
Pero no llegan solos a los puestos de ese nivel, tienen una serie de colaboradores que son incrustados en la estructura y, desde luego, en la nómina de la dependencia donde, se supone, y esa es la razón suprema aparente de su retorno al gabinete, tratarán de afinar la relación con el equipo, que no necesariamente con el gobierno de Donald Trump.
Queda clarísimo, cuando menos en el actual gobierno peñista, que los diplomáticos de carrera, los que se han preparado para representar a México en el plano internacional, nunca podrán acceder al nivel de canciller, que será ocupado invariablemente por un político quien tendría como prioridad, con mayor razón en el caso de Videgaray, ocupar una posición estratégica dentro del contexto político mexicano.
El retorno de Videgaray lo convierte, de nuevo, en un prospecto a ser candidato a presidente de la República por el Partido Revolucionario Institucional. Sabida ampliamente es la estrecha relación, casi con devoción, del presidente Peña Nieto con quien fue su frustrado primer secretario de Hacienda.
Pero en todo esto qué papel juegan los mexicanos que viven en el exterior, y no nos referimos exclusivamente a quienes no cuentan en el caso particular de los Estados Unidos, con documentos que les permitan residir legalmente en este país.
Nos referimos en general a quienes forman parte de una gran fuerza económica y le suministran a México alrededor de 25 mil millones de dólares al año en remesas.
Qué va a ocurrir con el deteriorado Instituto de los Mexicanos del Exterior (IME), que no sus consejeros (Consejeros de a mentiras les llama el que esto escribe), que en el pasado tomó en cuenta la opinión de los representantes de los mexicanos que viven en el extranjero y que en el presente régimen, pese al apoyo que Peña Nieto recibió de muchos de ellos cuando era candidato, han permanecido marginados o ignorados.
La Secretaría de Relaciones Exteriores está ante un nuevo experimento. Políticos jugando a diplomáticos.
Pero quizá la estancia de Videgaray no sea tan prolongada si el PRI (Peña Nieto) decide postularlo como su candidato.
Entonces habrá un cuarto secretario de Relaciones Exteriores. ¿A quién designarán?
Quizá al secretario de Agricultura bajo el pretexto de que se han incrementado las exportaciones agrícolas.
Quizá al actual secretario de Gobernación, bajo el argumento de que su dependencia ha dado mucho seguimiento al tema de los mexicanos migrantes.
Quizá al secretario de Energía o al director de Pemex, bajo el argumento de que la reforma energética y el precio internacional del petróleo y las inversiones extranjeras son prioritarios para México.
Aunque podría ser algún amigo personal del presidente mexicano, como ocurrió con la fugaz como extraña designación y renuncia de Miguel Basáñez como embajador de México recientemente.
Hay quienes se asombran de las designaciones que el presidente electo Donald Trump está haciendo de quienes serán los integrantes de su gabinete por no contar muchos de ellos con la experiencia y conocimiento de la dependencia que deberán dirigir.
¿No deberíamos de asombrarnos, también, de la forma en que se designa secretarios de Estado en México?