Todos los caminos dan a la Roma

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En tan sólo un par de semanas, quien se esperaba que rompiera con las instituciones establecidas y los grupos de poder financiero, se ha convertido en un candidato ganador conciliador y no solamente bien recibido por los mismos sectores que lo apoyaron, sino que quienes hace tan sólo unos meses advertían que Manuel López Obrador era un peligro para México han salido a felicitarlo y a manifestar su entera disponibilidad para contribuir con su gobierno.

Una luna de miel política sin duda.

La casa de campaña del triunfante candidato de la coalición “Juntos haremos historia”, ubicada en la colonia Roma, se convirtió desde el día siguiente a la elección en punto de encuentro de gentes del pueblo que acuden humildemente a solicitar un servicio o a entregar un regalo a quien será el próximo mandatario nacional, seguidores, políticos afines y no afines y, desde luego, miembros del próximo gabinete, quienes ya con mucha anticipación, salvo algunos ajustes, habían sido designados y quienes cual más, cual menos, ya han tenido oportunidad de exponer los puntos básicos de su función con el régimen que se avecina.

López Obrador ha tenido la capacidad de marcar la agenda. Cada gesto, cada palabra, cada idea y cada actitud son observados con mucha atención por medios informativos y receptores de la información, tratando de desentrañar el derrotero que tomará el país, o bien, confirmar que lo que un día se prometió en campaña será cumplido una vez que el candidato ganador asuma el poder oficialmente, aunque poder, quiérase o no, ya tiene.

Pero sin duda las expectativas de los preparativos para hacerse cargo del nuevo gobierno no tenían contemplado que los funcionarios de primer nivel, el círculo más cercano en materia de política interna y seguridad del presidente del país más poderoso de la tierra, Donald Trump, llegaran hasta la ex casa de campaña, ahora cuartel de planeación y sede del aparato del candidato triunfador de las pasadas elecciones de la colonia Roma.

Cierto, estuvieron antes en la residencia oficial de Los Pinos con el presidente Enrique Peña Nieto y en su embajada estadounidense, pero la parte impactante de la visita que dejó de lado los otros puntos de la agenda de la delegación estadounidense fue el encuentro con López Obrador y quien será su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrad.

Así, Mike Pompeo, secretario de Estado y ex director de la CIA; Jared Kushner, principal asesor y yerno del presidente Trump; Steven Mnuchin, secretario del Tesoro y Kirstjen Nielsen, secretaria de Seguridad Territorial, acudieron hasta los dominios de López Obrador para, de una vez, y antes de que tome posesión, intercambiar propuestas incipientes sobre temas de relación comercial, migración y de seguridad.

En fin, que la casa hasta donde llegaba el futuro presidente mexicano en un modesto auto Jetta y rodeado de una muchedumbre, sin mayores medidas de seguridad, se convirtió en una fortaleza custodiada por el estado mayor presidencial y el Servicio Secreto de los Estados Unidos. La nueva realidad tendrá que ir obligando a hacer algunas modificaciones en materia de seguridad, acceso y comunicación del inminente nuevo Primer Magistrado de la Nación que, poco a poco, va a tener que ir asumiendo el nuevo papel que le toca jugar en el país, pero, también, las nuevas circunstancias en que tendrá que desempeñarlo. Y esto es sólo el principio.

Por ahora, parece que todos los caminos conducen a la Roma en este país.