¿Un giro a la izquierda en el mapa político latinoamericano?

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Por Andrés Oppenheimer

A juzgar por las últimas encuestas, podríamos ver muy pronto un giro a la izquierda en el mapa político latinoamericano: puede que los dos países más grandes de la región, México y Brasil, pronto tengan presidentes izquierdistas.

En México, el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, asumirá el 1 de diciembre y se convertirá en el primer líder izquierdista del país en décadas. En Brasil, cada vez más analistas especulan que el candidato izquierdista Fernando Haddad llegará a una segunda vuelta electoral este mes y asumirá la presidencia el 1 de enero.

Está claro que es un poco simplista hablar de “izquierda” y “derecha” en un mundo como el actual en el que China -el país comunista más grande del mundo- practica el capitalismo más salvaje, que podríamos llamar “capitalismo sin derecho de huelga”.

Pero a falta de mejores definiciones, la gran pregunta es si México -y posiblemente Brasil- pasarán a ser países de una izquierda populista o moderada.

Según la última encuesta de Ibope en Brasil, el candidato del Partido de los Trabajadores, Haddad, probablemente ganará el segundo lugar en la primera ronda electoral del 7 de octubre, y será el favorito para ganar la segunda vuelta del 28 de octubre.

El candidato de la extrema derecha Jair Bolsonaro tiene una tasa de rechazo del 46 por ciento, mientras que la imagen negativa de Haddad es del 30 por ciento, según Ibope.

Haddad, un ex ministro de educación y alcalde de Sao Paulo, es un moderado dentro del Partido de los Trabajadores del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Entrevisté a Haddad cuando era ministro de educación en 2010, y me pareció un académico de ideas modernas y comprometido a mejorar la calidad educativa. Más tarde, como alcalde de Sao Paulo, introdujo carriles para bicicletas y viajes en Uber a la ciudad, a costa de enfurecer a los sindicatos de taxistas.

Además de ser un moderado, Haddad -que tiene una maestría en economía y un doctorado en filosofía- tendría que moverse hacia el centro para ganar una segunda vuelta.

Pero, por otro lado, la compañera de fórmula de Haddad, Manuela D’Avila, es una líder del Partido Comunista, y el Partido de los Trabajadores tiene una poderosa ala de izquierda radical. La presidente del partido, Gleisi Hoffmann, ha apoyado al dictador venezolano Nicolás Maduro. Si Haddad llegara a ser el nuevo presidente de Brasil, podríamos ver un escenario similar al del primer mandato de Lula: un gobierno que adopta políticas económicas aplaudidas por los empresarios, y al mismo tiempo delega la política exterior del país al ala izquierdista del Partido de los Trabajadores. Eso tendría un gran impacto en las posiciones conjuntas de la región en temas como Venezuela, Nicaragua, Irán y el comercio internacional.

En México, López Obrador, más conocido por sus iniciales, AMLO, se ha comprometido a liderar una “cuarta transformación” del país, cuyo contenido está aún por definirse. Pero AMLO ya ha declarado que va a revertir las recientes reformas educativas del país, y que va a poner fin al actual activismo de México en apoyo de la democracia y los derechos humanos en Venezuela y otros países.

AMLO ha dicho que volverá a la vieja doctrina mexicana de “no interferencia” en los asuntos internos de otros países. Se trata de una doctrina que había sido invocada por México en el siglo pasado para evitar críticas externas, y como una excusa para apoyar a Cuba y otras dictaduras izquierdistas.

¿Será AMLO un radical de izquierda? Probablemente no, al menos en un principio. Lo más probable es que vuelva al “nacionalismo revolucionario” de su antiguo partido, el Partido Revolucionario Institucional, que gobernó México durante gran parte del siglo XX. Al igual que Estados Unidos bajo el presidente Donald Trump, es probable que AMLO sea una suerte de populista nacionalista.

Con suerte, un posible giro latinoamericano la izquierda significará una vuelta a la izquierda moderada y pro libre comercio como la que fue liderada por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso en Brasil. La otra alternativa, el populismo radical, sería desastroso para la región, como lo ha dejado muy claro la actual crisis humanitaria de Venezuela.