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Sunday, May 12, 2024
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Benedicto XVI: La política le gana a la Fe

El Vaticano es la “última monarquía absoluta” del mundo

Tom Doyle

INTRODUCCIÓN

Decir Vaticano es sinónimo de poder.  Decir el Papa es decir uno de los hombres más poderosos del planeta.  No sólo hablamos de las finanzas del Vaticano, o de la mística de la fe.  Hablamos de una red universal diplomática, cultural y espiritual en todo el mundo y principalmente en l,300 millones de católicos.  El Papa es el ejecutivo, legislativo y judicial en una sola persona. No hay balance de poderes.

Los papados, el Vaticano y la iglesia en general, han sobrevivido dos divisiones.  Primero el gran cisma en 1050 entre los católicos-apostólicos-romanos de los ortodoxos de oriente.  La segunda fue casi cinco siglos más tarde en los 1500 con la revuelta protestante, encabezados por Lutero y Calvino que dio origen a los protestantes, que como su nombre lo indica: protestaban con prácticas y caminos que la iglesia y sus representantes tomaban en las esferas del poder, político, financiero y geográfico.   También han sobrevivido crisis que han obligado a papas a dejar el Vaticano y mover la capital de la iglesia a otra nación.  Ha habido momentos que dos papas disputaban el poder, sin reconocerse uno al otro.  Todo y más la iglesia lo ha resistido con singular habilidad para absorber crisis, reinventarse en lo político al mismo tiempo que mantienen esencias teológicas y se adaptan a nuevos contextos.

Por lo anterior, es siempre interesante saber del Vaticano, las iglesias, los sacerdotes, las órdenes religiosas y los papas.  Este artículo se enfoca en el Papa Benedicto XVI, que antes de ser la cabeza del Vaticano fue el Cardenal Joseph Ratzinger.

UN PAPA INTELECTUAL

Quizá ningún Papa ha tenido los niveles intelectuales teológicos de nuestro protagonista.  Escribió 66 libros y tres encíclicas, tratados dirigidos a toda la iglesia católica que orienta rituales, liturgias y significados de las prácticas católicas. Era una referencia constante a las interpretaciones, cambios, problemas, y soluciones del lado espiritual y simbólico de la iglesia.

CARRERA

Aunque nació en Alemania y se registró en las juventudes nazistas, siempre se entendió que fue algo que era difícil sino imposible de evitar.  Posteriormente escapó desertando de funciones bélicas que le asignaron en el ejército de Hitler.  Inmediatamente después de su deserción entró al seminario.  Evolucionó a un sacerdote reformador, que consolidó en los primeros años de ser obispo.

Desde el Segundo Concilio Vaticano de 1962 a 1965 se convirtió en el experto mundial en teología, por tanto, tenía un carisma de erudito bien ganado.  Posteriormente, como arzobispo de Múnich en 1977, se convirtió en el líder y director de la poderosa Congregación para la Doctrina de la Fe de la Curia Romana en 1981.  Para estas fechas había evolucionado a lo opuesto, es decir era un líder de las corrientes conservadoras de la iglesia.  En esta posición se convirtió en el Zar de la doctrina católica con Juan Pablo II, otro ex reformador que al igual que Ratzinger había dejado muy atrás sus días de reformador para convertirse en estratega diplomático, pero de corte conservador.  En su nuevo puesto fue el hombre de confianza de Juan Pablo II; Ratzinger encabezó la oposición a las corrientes modernas como la Teología de la Liberación, mismas que las asociaba como influencias marxistas.  Estas funciones llevaron a muchos a darle el apodo de  El Rottweiler de Dios.

Finalmente, cuando Joseph Aloisius Ratzinger fue nombrado Papa a los 78 años no fue una sorpresa para nadie, todos lo conocían, ya que no tenía competidor en términos de experiencia en el Vaticano, identificado como la cabeza de las tendencias conservadoras con un fuerte respaldo intelectual.  Además de ser él es estratega contrarrestando las reformas diplomáticas que Juan Pablo II encabezaba.  Sin sorprenderse, no estuvo feliz con la decisión de ser nombrado Papa.  Recuerdan que dijo a sus colegas cardenales: “Esperaba irme a Baviera a escribir libros.  No soy buen administrador.”  Con frecuencia usaba una de sus frases favoritas ante los acosos de la vida política: “Lo que necesitamos es menos diplomacia y más evangelio.”  Sólo ocho años soportó e hizo lo impensable, se retiró, rompiendo con la tradición que los Papas se mueren siendo Papas.

LOS ESCÁNDALOS

Los abusos sexuales de sacerdotes y otros religiosos fueron denuncias que estallaron como una bomba de tiempo en su papado.  Mientras que ya se sabía sobre estos abusos, que se convirtieron en tema favorito de la prensa mundial, con él explotó la bomba.  Además, el Papa Benedicto XVI sabía perfectamente que la corrupción no sólo era sexual sino de otros tipos.  Juan Pablo II hizo un buen manejo político, apaciguó a muchos demandantes con acuerdos no muy publicitados, buenos equipos legales, combinado con un excelente uso de la prensa para minimizar el daño.  Benedicto XVI, no era ni buen negociador, ni buen político, ni hipócrita.  Lo reconoció, se reunió personalmente con las víctimas y les prometió justicia.

Las denuncias lo alcanzaron a él mismo cuando se descubrió que en su diócesis de Múnich varios casos de pederastas religiosos fueron ocultados; él lo supo y lo encubrió y más aún, algunas de estas acusaciones eran directas contra él como abusador de algunos niños.  Su posición conservadora no le dejaba más opciones que culpar al mundo secular que ponía trampas a los religiosos y éstos sucumbían.

LA TRAICIÓN

Lo que él sabía y anticipaba sucedió.  Un contexto como el Vaticano está lleno de micropolítica, oportunistas y traidores, tal y como sucede en todos los estados y naciones del mundo.

Sin vocación para enfrentarse a ese mundo, en el 2012, surgió el escándalo Vatileaks.   Se publicaron una serie de documentos internos de fuente anónima con información de corrupción financiera, conductas moralmente escandalosas y sobornos, de varios miembros de la curia romana.  Su ayudante principal Paolo Gabriele fue arrestado como el responsable de filtrar los documentos.  Fue condenado y en entrevistas posteriores aceptó que buscaba crear un río revuelto para ganancia personal en su lucha por tener más poder.

Pero Gabriele era sólo parte de un grupo que usaba las filtraciones sistemática y estratégicamente, así como recurrían a intrigas, y eran parte de la corrupción misma.  Por supuesto que este ambiente siguió.  Fue demasiado para el Papa Benedicto XVI porque a esos escándalos se unieron críticas contra su doctrina de contención a nivel mundial, sobre todo de parte del clero de Estados Unidos y contra sus posiciones como cabeza de la iglesia.

SU LEGADO

Benedicto XVI fue odiado por muchos, pero respetado por todos.  Se inició como un reformista, pero pronto él mismo dio vuelta en “u” y se hizo el líder de la oposición a los cambios de la iglesia.  Defendió el celibato de los sacerdotes como piedra angular, junto a sus votos de obediencia.  Fue radical contra el aborto, y contra el homosexualismo.  Estuvo en contra de que se usaran lenguas vernáculas en las misas, defendía que debía ser latín y sólo latín; abiertamente se opuso también a la introducción de música popular, sobre la sacra; luchó en contra de que los sacerdotes dieran el frente a los feligreses, y que se acercara el altar a los fieles; debían darle el frente a Dios y estar cerca de él.

Más concretamente denunció el relativismo y el secularismo como los dos enemigos principales de la doctrina católica.  El primero, por especular que todo podía ser según se interpretara.  El segundo, porque los gobernantes debían gobernar en nombre de Dios y con su doctrina.  Denunció que judíos y musulmanes, aunque insistieran en estar cerca de los católicos con más sustentos similares, no era el caso. Probó que los pilares del catolicismo y sus liturgias eran basadas en el amor, el sacrificio y la fe.  Eran estrategias “diplomáticas” darles crédito a las dos otras grandes religiones del mundo, como lo era reconocer a otras.

COLOFÓN

El péndulo se había movido de Juan Pablo II el extremo liberal-diplomático, al extremo conservador teológico con Benedicto XVI; y nuevamente a lo liberal y reformista, esta vez diplomático y teológico con Francisco I.  Su muerte libera al actual Papa del líder y prócer de sus enemigos, los conservadores de la iglesia.  Pero, siendo el Papa tan poderoso, sin contrapesos o balances en los gobiernos papales, siendo una monarquía absolutista y muerto su antecesor, uno de los papas más conservadores de la historia, Francisco I no puede avanzar ni avanzará las reformas en la iglesia.  Sabe el Papa argentino, los resultados de empujar las divisiones y de echar fuego a las hogueras de las disidencias.  La historia le grita cautela.  Además, ha aprendido en su papado que la política le gana a la fe.

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